Solier, Pedro de (1573 - 1620)


Nació hacia 1573 en Barajas (Madrid) y fue hijo de Pedro Reinoso e Inés de Vargas.

Emitió sus votos el 20 de enero de 1594 en el convento de San Agustín de Salamanca, zarpando al año siguiente para Oriente, pero al arribar a Méjico tuvo que detenerse por no haber navío, con lo cual prosiguió sus estudios de artes en el convento de Morelia, y los concluyó en Manila, pues allí se le cita por primera vez como alumno del Estudio de Artes en 1599, y luego como lector y maestro en teología en 1602.

El 16 de junio de 1603 fue nominado discreto al capítulo general. A su paso por España recolectó una barcada de 24 religiosos que se hicieron a la mar el año 1605, y para que no se entretuviesen en tierras aztecas, consiguió del rey Felipe III cédula urgiendo su paso al archipiélago magallánico.

Tras su llegada fue nominado prior de Bacolor (1607) y en 1608 elegido prior provincial, destacando su mandato por su celo apostólico, sus buenas relaciones con la sociedad civil y el gobernador D. Rodrigo de Vivero, quien alabó que “en particular se á esmerado y travajado en estas ocaçiones á sido el padre maestro fray Pedro Solier, como provincial de la dicha Orden, de manera que todas estas cossas y el conducir soldados y provisiones de arroz y vino de la Panpanga para el socorro de Terrenate y Maluco an passado por su mano’.

No tuvo tanto éxito a nivel interno al entrar en conflicto con el visitador general fr. Diego de Guevara, que le acusaba de negligente en su visita a los conventos. Por eso, al concluir su provincialato, fue enviado a España para gestionar en la corte diferentes negocios. Sus idas y venidas por la villa y corte, así como su amistad con D. Luis de Velasco, presidente del Consejo de Indias, aumentaron su crédito y fama, y fue presentado por Felipe III para ocupar la sede de Puerto Rico, siendo preconizado por Pablo V el 17 de noviembre de 1614. Después, en 1618, por muerte del arzobispo agustino de Santo Domingo, fr. Diego de Contreras, fue trasladado a esta archidiócesis, pero apenas pudo disfrutar el nuevo arzobispo de estas dignidades, pues falleció en Santo Domingo el 9 de julio de 1620.

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J. Álvarez Fernández