Blaquier, Agustín Pedro (1749 - 30.12.1803)


Nació el 2 de octubre de 1749 en Barcelona y en el convento de San Agustín de su ciudad natal, perteneciente a la provincia de Aragón, emitió la profesión de votos solemnes el día 15 de abril de 1769 en manos del Prior Fr. Juan Noguera.

Impulsado por el fervor misionero se afilió a la provincia de Filipinas y en la Casa de Contratación de Sevilla se hizo esta descripción: “Buen cuerpo, color blanco, poblado de barba y cejas, y pelo negro, rufo y poblado; ojos negros; con una cicatriz encima de la ceja izquierda y otra sobre el labio superior del mismo lado”. Se embarcó el 17 de junio de 1771 y llegó a Manila el 26 de julio de 1772.

Aquí culminó su carrera eclesiástica con el presbiterado el 20 de diciembre de 1772. Fue destinado a la región ilocana, y allí regentó los prioratos de Batac (1778), Laoag (1790) y Bantay (1794). Fue también definidor (1790), miembro fundador de la Sociedad Económica de Amigos del País (1782) y socio correspondiente desde 1793.

Él mismo nos ha dejado reseña de su laboreo pastoral en su escrito Reparos a la Carta del P. Gaspar de San Agustín sobre el natural del Indio: “Desde que llegué a estas tierras he sido enemigo del azote. Veinte años ha que trato con ellos y, siguiendo ese método, me ha ido muy bien. Puedo sin lisonja decir que, en los pueblos donde he estado, he trabajado cual otro, y al público están las obras que he hecho en iglesias y conventos. Y digan ¿cuántos azotes he dado o se han dado de mi orden? En este de Laoag, en dos años y medio que le administro, he hecho casi toda la iglesia, he renovado el convento y otras obras. Pues todavía está por darse el primer azote por mi orden o con mi ciencia. Y he hecho obras que ni en seis años, aunque diga diez no mentiré, no han hecho mis antecesores”.

No se quedó mudo, y levantó su voz a favor de los más desvalidos. Incluso medió entre unos y otros, y su intervención evitó asonadas y levantamientos. Así revela: “De Ilocos, pues, digo es falso, y que cuando llega a quejarse el pobre indio es ya cuando no puede más. Por mis empleos y por haber sido llamado de los superiores, en veinte años que tengo de Ilocos, he presenciado diferentes quejas, y aún semialborotos de los pueblos. Quejas contra padres y contra alcaldes mayores y principales de los pueblos. Y siempre he visto les ha sobrado razón a los pobres. Y muchos se valen de esta lección para hacer lo que se les antoja, pero ya se va disipando, y estoy cierto que, cuando llega a rebentar un pueblo, tiene sobradas razones. Me lo ha enseñado la esperiencia”.

El prelado de Nueva Segovia, Fr. Juan Ruiz de San Agustín, OAR, lo propuso a Carlos IV como auxiliar en 1794 dando relación de sus méritos: “No puedo menos de hacer a V. M. presente cómo en este obispado se halla un religioso agustino calzado y catalán, llamado Fr. Agustín Pedro Blaquier, de cuarenta y cinco años de edad, fuerte y robusto, en quien, a mi entender, se hallan todas las prendas necesarias para llenar cumplidamente el empleo de obispo. Bien conocido es en Manila y en todas las Islas por sus talentos y prendas, que le proporcionan para todo empleo, y muy acreedor a que V. M. le atienda y sepa de él... Desde que entré a servir a V. M. en este obispado, puedo asegurar que ha sido mi mano derecha, pues no sólo le confirmé en los títulos que le dio mi antecesor, sino que le hice mi teólogo, y me ha servido de secretario diferentes ocasiones, y todo a plena satisfacción mía... Es amado de los naturales por sus prendas y el amor con que los trata, como se experimentó el año de 1788 en los alborotos que hubo en Laoag (después entró allí de ministro el año de 1790 y está en la actualidad), donde con sola su presencia se pacificó todo, como es constante en vuestra Real Audiencia, de cuyo Real Acuerdo se le dieron las gracias. Es pacífico y está enterado en todo como el que más, y para todo me parece a propósito para proponérselo a V. M. para mi Auxiliar, en quien pueda V. M. y yo descansar plenamente a conciencia”. Y de la misma opinión era el presidente de la Audiencia al subrayar “que el propuesto fuera el único que yo propondría en todo tiempo para el efecto, hecho cargo del superior ascendiente que tiene adquirido sobre aquellos Naturales, y que en las dos ocasiones que se han tumultuado con motivo del establecimiento de Estancos y visitas del Resguardo, ha bastado su solo espíritu, talento, celo y amor a sosegarlos y tranquilizarlos, haciéndoles respetar, como era justo, el real nombre de V. M. con la sumisión y rendida obediencia debida, serenando el espíritu de este Gobierno y Real Audiencia que, como la provincia es numerosa, recelaban funestas consecuencias”. Emitido el placet regio el papa Pío VII lo preconizó el 20 de julio de 1801 y fue consagrado en el convento de San Agustín de Manila el 20 de febrero de 1803.

Su primer empeño fue girar la visita pastoral para pulsar el estado de su diócesis, queriendo para ello apoyarse en el clero nativo, del que tenía una alta estima, como se desprende de sus palabras: “Por amor a la verdad digo hay muchos ordenados, y que muchos son el honor del estado clerical por su virtud, por sus letras, por su porte, por su modo y aseo en el culto divino”. Desgraciadamente falleció al poco tiempo de iniciarla en Ilagan, provincia de Cayagán, donde fue sepultado el 30 de diciembre de 1803.

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J. Álvarez Fernández